¿Cómo te imaginas el mundo del mañana? El futuro nunca ofreció una imagen tan compleja como la que nos muestra hoy en día. Si la pandemia que nos azota nos ha dejado una enseñanza, es que el mundo es un lugar cada vez más impredecible y que, aunque no nos demos cuenta, hasta el aire que respiramos, si no está propiamente filtrado, puede ser peligroso. Pruebas de misiles nucleares, crisis económicas cada vez más constantes e irreversibles, tensiones armamentísticas entre las grandes potencias, nuevas pandemias en el horizonte y la crisis climática que, a pesar de los esfuerzos de la gran parte de la humanidad, sigue acelerando: todo parece apuntar a que, en un futuro no tan lejano, la supervivencia no estará tan garantizada como lo está hoy en día. Aquellos que se hayan preparado para este tipo de crisis globales serán los que harán la diferencia a la hora de sobrevivir y de llevar una vida relativamente normal, y los búnkeres, los refugios antibombas y las habitaciones de pánico serán, cada vez, más comunes.
En caso de emergencia, ya sea una guerra, un ataque terrorista, un evento climático o la siguiente gran pandemia, el tiempo de reacción será fundamental, tanto así como la preparación física, psicológica y estructural de cada uno. Es decir, tendremos que estar preparados para pasar grandes periodos de tiempo en espacios reducidos (como ya se ha visto, en menor medida, durante la crisis pandémica actual); tendremos que poder soportar la monotonía enervante de vivir días, semanas o meses en ese espacio reducido, solos o rodeados de nuestros seres queridos, prácticamente aislados del resto del mundo; y tendremos que tener perfectamente preparado ese espacio seguro para poder refugiarnos sin demora, en caso de necesitarlo.
Porque una vez que sea necesario refugiarse en el búnker o en la habitación de pánico, será tarde para los preparativos: todo debe estar listo de antemano. No es probable que vaya a haber tiempo para compras o preparativos de último minuto (y si lo hubiera, seguramente nos chocaríamos de frente con grandes desabastecimientos en todas las industrias esenciales). Cuando pensamos en este tipo de preparativos, lo más común es que lo primero que se nos venga a la cabeza (como es lógico) sean dos cosas: agua y comida. Y está bien que así sea, ya que, obviamente, sería imposible sobrevivir sin una fuente segura de agua potable y de comida en buen estado durante un periodo prolongado de tiempo, incluso si no nos estamos moviendo demasiado y nuestro gasto calórico es mínimo. Pero hay un factor aún más importante en este tipo de preparativos, uno aún más acuciante, que solemos dar por sentado y que es, paradójicamente, el más transcendental de todos: la calidad del aire que respiramos.
De este modo, un elemento fundamental en todo espacio herméticamente cerrado como lo son un búnker, una habitación de pánico o un refugio antibombas, es el filtro de aire, ya que es necesario poder controlar y asegurar la calidad del aire que respiras tanto tú como tus seres queridos, sobre todo en un espacio confinado en el que el aire, normalmente, no se renueva. Un filtro de aire cumple una función, en principio, bastante simple: fuerza al aire del exterior a pasar por un complejo sistema de filtrados y luego lo expulsa en el ambiente habiendo eliminado hasta un 99,9% de las partículas contaminadas, eliminando de esta manera prácticamente cualquier agente patológico potencialmente peligroso.
El sistema de filtrado de aire NBC (Nuclear, Biológico y Químico, por sus siglas en inglés) de Castellex, empresa líder del mercado, garantiza un funcionamiento continuado y eficiente y, lo que es igual de importante, garantiza tranquilidad en un momento de crisis y de pánico. Su sistema de filtrado utiliza varias capas de distintos materiales como filtros UV para detener los virus, las bacterias y los agentes patógenos microscópicos; filtros HEPA (aprehensor de partículas de alta eficiencia, por sus siglas en inglés) para el polvo y las partículas de tierra; filtros de carbón para destilar partículas de polvo y olores; filtros de ozono para destruir agentes químicos y bacteriológicos; y filtros iónicos para ionizar el aire forzando a las partículas a tomar una carga positiva o negativa. El aire que respiras, el que respiran tus seres queridos, entonces, se mantiene, siempre, tan fresco y limpio como es tecnológicamente posible.